martes, junio 27, 2006

Variemos un poco... Donación?

Hola estimados!

Hace un tiempo que no publico nada. Y aqui les quiero dejar un cuento que escribí en el colegio (como hace 8 años atrás). Y que encontré gracias a que me puse las pilas con el aseo en mi pieza. Despues de leerlo, decidí retocarlo un poco. Sólo espero de su agrado. Y ojalá opinen, si le gustó, si es mamón, etc. bueno, ahi les va:

DONACION

Todavía recuerdo cuando me miró a los ojos y me dijo: “Si, acepto.” Es algo que no puedo olvidar. También recuerdo su mirada… Era tan profunda, que veía más allá de mi… veía todo lo que era, soy que podría llegar a ser. Por eso la amo. Sus ojos decían tanto. Lo decían todo. Reflejaban todo lo que yo necesitaba, Simplemente, lo era todo.

No debí dejarla sola. Otro sería su destino si hubiera estado allí, si hubiera tomado su lugar. Las luces del pabellón se apagan, y el pasillo es iluminado por la luz del sol.

Desde que la conocí me llamó la atención. Fue una mirada casual la que me hizo caer en el sueño más hermoso, del cual no quiero despertar.

Siempre fue muy comprensiva. Nunca apartó la mirada de la mía. Nunca me tuvo miedo. Nunca tuvo miedo de nada; siempre erguida con la vista al frente, inspirándome y haciéndome sentir más fuerte de lo que soy. Más importante. El estar con ella, oírla… sentirla, había sido lo mejor que le pudo pasar a un tipo como yo… Eso sí, mentía. Claro, lo hacía a propósito para poder ser descubierta. Su mirada pícara era lo que la delataba. No puedo negar que me gusta que lo haga… y no me olvido de su ternura.

No he perdido la fe, pero mis nervios están destrozados. Ya han pasado ocho horas. Presiento que alguien se acerca a mí. Siento su mano en mi hombro, pero no soy capaz de ver quien es, ni alejar mis manos de mi cabeza.

- Hicimos todo lo posible, pero no pudo resistir la operación. Lo siento.

El accidente fue muy grave. Miles de opciones cruzan mi mente, modos, momentos, tiempos, de hacer todo distinto… pero no podía ser otro el desenlace.

Con mi dolor a cuestas deambulé por los pasillos del hospital, buscando una respuesta que no es fácil de encontrar, porque no es fácil de aceptar. Quizá viendo el dolor ajeno, podría olvidar el mío propio. Al pasar por una de las tantas puertas de las decenas de habitaciones del establecimiento, una mujer salió. No cerró la puerta. Iba tanto o más triste que yo. No lo sabría decir.

En eso, alguien se dirige a mi y dice: “ Señor, siento mucho su pérdida. Quizá crea que no es el momento para entregarle este documento, pero su decisión puede ayudar a muchos. Sea lo que usted decida.”

Con la vista nublada aún por las lágrimas, puedo leer su nombre en el formulario. No quiero seguir leyendo. Duele. Sólo quiero regresar antes de que se la lleven. No hay prisa en mis pasos. Sólo camino mirando al suelo, con el papel en la mano, siguiendo las líneas del pasillo que están estampadas. Una figura familiar aparece sentada en un banco. Es aquella señora, que dejó abierta la puerta de la habitación en frente de ella. Antes de que logre alcanzarla, se levanta y se pierde al doblar en el siguiente corredor. Decido tomar un respiro, sentándome en aquel banco. Miro a mi alrededor, y no hay nadie más que yo en mi banco, el pasillo y la habitación. Y sin pensarlo mucho, decido entrar.

Está oscuro. Trato de no hacer ruido. Veo una pequeña recostada en la cama más alejada de la ventana. Observo que respira, pero tiene la vista vendada. Volví a salir, tal como me atreví a salir. Pero una brisa de la ventana me arrancó la hoja de las manos, quedando en el pasillo. Recogí el papel, y ví que el pasillo se llenaba con la luz del sol que entraba con delicada fuerza por las ventanas. Firmé. Y me sentí tranquilo. Quizá en un par de semanas la pequeña se encuentre bien. Sólo espero que sus ojos la hagan tan feliz como mí.



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